De los escenarios del under porteño a la vida cultural de Río Gallegos
En los años 70, mientras el rock nacional crecía entre guitarras acústicas, letras existenciales y una juventud en ebullición, un dúo marcaba una diferencia por su lírica sensible y su estética folk-psicodélica: Pastoral. Sus integrantes, Alejandro De Michele y Miguel Ángel Erausquin, se convirtieron en referentes del movimiento hippie y de la búsqueda introspectiva de una generación que enfrentaba dictaduras, censura y la necesidad de imaginar otros mundos posibles.

Pastoral supo destacar con discos como En el hospicio y Humanos, tocando en el mítico Luna Park y compartiendo escenario con bandas fundamentales como Invisible y Sui Generis. Su sonido era suave pero intenso; su mensaje, profundamente poético. Tras la trágica muerte de De Michele en 1983, Erausquin optó por el silencio. Pero no por el olvido.
Un viaje inesperado al sur
Lo que parecía el epílogo de una historia terminó siendo un nuevo capítulo. En los años 80, Erausquin se mudó a Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz. Allí encontró un paisaje distinto pero igual de potente: el viento, la estepa, el horizonte infinito. Llegó por razones familiares, pero se quedó por convicción.
“Acá el tiempo es otro. La distancia, el clima, la gente… todo te lleva a repensar la música, el arte, la vida”, expresó en más de una entrevista. En Río Gallegos, lejos de los grandes escenarios, se reencontró con la música desde otro lugar: el de la docencia, el teatro y la producción cultural comunitaria.
Impulsor de una contracultura patagónica
En la ciudad austral, Erausquin no solo siguió componiendo, sino que se convirtió en un puente entre generaciones. Participó activamente en proyectos artísticos y culturales, colaboró con músicos jóvenes, puso en valor espacios como la Casa de la Cultura y fue parte de talleres, festivales y obras teatrales.
Lejos del estrellato de Buenos Aires, encontró en la Patagonia un público diferente: más silencioso, pero igual de comprometido. “En el sur se escucha distinto”, dijo una vez. Esa escucha más profunda, más íntima, le permitió explorar nuevas formas de expresión, con fuerte anclaje en la poesía y en el paisaje sureño.
Legado vivo
Hoy, Miguel Ángel Erausquin es recordado tanto por haber sido parte de la historia grande del rock argentino como por su contribución silenciosa pero fundamental al desarrollo artístico de Río Gallegos. Es un ejemplo de cómo la cultura no solo se construye en las grandes ciudades, sino también en los bordes, en los márgenes, en los lugares donde la creatividad encuentra refugio lejos del ruido.
En tiempos donde la industria musical parece dominarlo todo, la figura de Erausquin —músico, docente, artista integral— es una invitación a volver a lo esencial: la canción como forma de resistencia y poesía.